En su columna, Gabriel Brener repasa las historias de Olga y Leticia Cossettini, dos hermanas que dedicaron su vida a la docencia y la pedagogía al tiempo que llevaron adelante distintas iniciativas innovadoras.
En palabras de Brener, Olga Cossettini fue “arquitecta de una pedagogía humanizante. Leticia, irradiando el arte como las mejores flechas que se lanzan en una escuela abierta al mundo. Al pueblo. A la naturaleza. Y a pensar por sí mismos y con los otros.”
La Escuela Serena
Las hermanas Cossettini formaban parte de una práctica pedagógica que se llamó “la escuela serena”, y que brilló entre el 30 y el 45. Era “una práctica entre varios, en tiempos que el todos era no solamente masculino, sino adulto céntrico”, entre otras cosas. En esa práctica, “el protagonismo de chicos y chicas era la centralidad y la fiesta.”
“En tiempos de disciplina y rigor, los chicos y las chicas eran objetos, y las Cossettini transformaban ese objeto en un sujeto de pensar, actuar, sentir, indagar y descubrir con la naturaleza y la solidaridad. Transformaban cada pibe y piba en un sujeto de derechos y de responsabilidad.”
Brener explicó que Olga Cossettini decía que “no se trataba de cambios de horarios y de programas. Era una reforma profunda de la vida de la escuela que, con espíritu nuevo, iba a abrir de par en par las puertas de las aulas a la vida”.
Hay que rescatar en Olga y Leticia Cossettini, y en su escuela serena, “una pedagogía humanizante”, destacó Brener. A modo de conclusión destacó que “en tiempos en que corre riesgo la vida de la propia democracia. Donde asoman fantasmas de tiranía vestidos de libertad. Son, no solo un soplo de pedagogía fresca, sino especialmente las Cossettini son parte insustituible del mejor legado de la escuela pública argentina, que es patrimonio de toda nuestra sociedad. Y debemos defenderla como el más sentido derecho a la vida, a la justicia y a la felicidad.”
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