POR QUÉ RESPIRAR EL ARTE EN LA PRIMERA INFANCIA

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Respirar el Arte se ha transformado en un movimiento pedagógico que invita a repensar el propio encuentro con la manifestación artística.

Nace como un nombre, no librado al azar, sino ligado íntimamente a la cuestión vital. De la misma manera que ningún ser humano puede dejar de respirar para vivir, me juego a decir que el alimento del alma, de la mente y del espíritu de todos nosotros es sin lugar a dudas el arte. Después de todo, no sólo del aire y el alimento vivimos, y nuestro máximo objetivo en la vida es transitarla con plenitud.

Nos moviliza la cuestión pedagógica, es cierto. Somos, ante todo, educadores. Pero la invitación es mucho más profunda. El encuentro con esta nueva manera de enseñar es también una nueva forma de vivir el arte.

A lo largo de los siglos, el arte ha evolucionado hasta ofrecer obras donde el artista comprende que el último eslabón de su creación es el encuentro con el espectador, quien abandona su pasividad para transformarse en parte activa, construyendo con su lectura lo que el artista ha planeado o soñado, o no…

Como nos enuncia Marcel Duchamp, “Contra toda opinión, no son los pintores sino los espectadores quienes hacen los cuadros”. Claramente su obra tiene la incómoda, polémica y maravillosa tendencia de ser interpretada de mil maneras distintas, por públicos completamente diversos.

Y es allí donde me gusta pensar esta idea de que se arman pequeños cosmos de significación en los que uno, como espectador, queda implicado, como dice Graciela Montes (2006). Esto nos lleva a pensar que uno no puede desentenderse de la obra y la obra no puede desentenderse de uno.

En este caso, nosotros, educadores, podremos ir pensando la posibilidad de enseñar a espectar. No hay una lectura universal de la obra. Hay sí un universo de signos y símbolos que se desprenden.

Porque el arte se abre ante nosotros como esa manifestación sensible y subjetiva que la cultura a lo largo de los años ha sabido heredar. Y es en ese escenario donde nos encontramos para repensar nuestro lado pedagógico.

Y si así lo hacemos, es porque estamos convencidos de que en el arte converge la maravilla.

Mucho ha recorrido la educación infantil desde su mandato fundacional. Hoy sabemos, acordamos y sostenemos que el Nivel Inicial es mucho más, ya que en los Jardines de Infantes, queridos colegas, se juegan los principales aprendizajes que sentarán las bases para el futuro de los niños y niñas. En el Nivel Inicial se aprende, se enseña, se juega, se diseña, se indaga, se explora…

“El destino reservado a los niños depende de la actitud de los adultos”  – Dolto (1986)

Cada espacio compartido, como este, lo considero una oportunidad única para conocer herramientas concretas para nuestra práctica educativa, para reencontrarnos con nuestra faceta más creativa, vincularnos con el juego como lenguaje universal de la infancia y redescubrir nuestra mirada como el recurso más poderoso con el que contamos.

Hay en este camino tres palabras que retomaremos con frecuencia y que se relacionan con la coherencia, la progresividad y la continuidad. Debemos comenzar desde aquí para poder comprender que la mayor articulación que emprendemos cotidianamente en Nivel Inicial es aquella que nos atraviesa entre salas y aún dentro de la misma sala.

Renovar las estrategias pedagógicas orientadas a una práctica coherente, a una adquisición progresiva de habilidades y competencias que nos hablen de los contínuos del aprendizaje, pudiendo hablar de las trayectorias de nuestros alumnos y  dentro de su “ser” alumno.

Considerando siempre a cada niño y niña como sujetos  de derecho, emprendemos el camino reconociendo que el Nivel Inicial es el primer escalón del sistema educativo que garantiza el acceso a ese derecho. Y es allí donde aparece el compromiso de la acción, es decir, un derecho no es factible de ser habitado si no hay quien lo garantice y lo impulse.

Los docentes tenemos un poder que nos trasciende porque se vincula con el lugar que ocupa el que enseña, histórica y actualmente en la sociedad. Esta autoridad está dada en la enorme responsabilidad que implica promover lo mejor de cada infancia, subrayando el compromiso ético y la disponibilidad para ayudar, esperar, guiar, sostener, incentivar y admitir que el aprendizaje será una construcción de saberes única por parte del sujeto. Como sostiene Skliar en su conferencia “Educar entre la vida y el mundo” [1], el aprendizaje se convierte en otra cosa en el cuerpo del otro, mediante el trabajo artesanal que realiza el docente.

Es imposible considerar cualquier Nivel Educativo sin ser relacionado con la comunidad que habita y el tiempo y espacio que lo convoca, por ello surgirán interesantes ideas relacionadas con la alfabetización cultural de nuestros niños y niñas en el mundo posmoderno, y la forma en la que los docentes debemos tomar acción frente a estas nuevas miradas. Es a través de nuestra práctica pedagógica como desandaremos este camino, y como nosotros, docentes de este siglo y algunos del anterior, nos paramos frente a ellos para descubrir una vez más que educar es construir un puente indestructible entre el niño y el mundo que lo rodea

[1] Disponible en https://youtu.be/WRGiFn5BgBA

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